Read Muerte de la luz Online

Authors: George R.R. Martin

Tags: #Ciencia Ficción

Muerte de la luz (12 page)

BOOK: Muerte de la luz
13.66Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Gwen imitó el gesto.

—Maravilloso —convino con una sonrisa.

Y Dirk de pronto deseó a la Ginebra de anchos ojos verdes y abundante melena negra, la que había amado, su compañera perdida.

Se inclinó hacia adelante y fijó la vista en la taza. El café no anunciaba ni auguraba nada. Tenía que hablarle a Gwen.

—Esta noche todo ha sido maravilloso —dijo—. Como Avalon —mientras ella volvía a asentir con un murmullo, él concluyó—: ¿Queda algo de todo eso, Gwen?

Ella lo miró fijamente y sorbió el café.

—No juegas limpio, Dirk. Y lo sabes. Siempre queda algo, sobre todo si lo que se tuvo era real; de lo contrario, bueno, no tiene importancia. Pero fue real, así que algo queda. Un poco de amor, una pizca de odio, desesperación, rencor, deseo. Lo que fuera, pero algo.

—No sé —dijo Dirk t'Larien con un suspiro, y bajó la mirada—. Tal vez tú hayas sido la única realidad que he tenido, entonces.

—Triste —dijo ella.

—Supongo que sí —alzó los ojos—. En mí han quedado muchas cosas, Gwen: amor, odio, rencor, todo. Tal como dijiste, deseo —rió.

Ella se limitó a sonreír.

—Triste —repitió.

Él no estaba dispuesto a cambiar de tema.

—¿Y tú? ¿Algo, Gwen?

—Sí, no puedo negarlo. Algo. Y ha seguido creciendo.

—¿Amor?

—Estás presionándome —dijo ella con suavidad, dejando la taza. El mozo-robot volvió a servirle café, otra vez cremoso y condimentado—. Te pedí que no lo hicieras.

—Tengo que hacerlo —dijo él—. Es muy duro tenerte tan cerca y hablar de Worlorn, las costumbres kavalares y hasta de cazadores. ¡No es eso de lo que quiero hablar!

—Lo sé. El reencuentro de dos que se amaron. Es una situación común y es común sentirse así. Los dos tienen miedo, pues no saben si intentar abrir otra vez las viejas puertas, no saben si el otro quiere despertar de nuevo los pensamientos latentes, o dejarlos donde están. Cada vez que evoco algo que pensé en Avalon y estoy a punto de decirlo, me pregunto: "¿Querrá él que lo mencione, o estará rogando que me calle la boca?"

—Supongo que eso depende de lo que vayas a decir. Una vez traté de que todo empezara de nuevo, ¿recuerdas? Al poco tiempo. Te envié mi joya susurrante. Nunca respondiste, nunca viniste a mí —la voz de Dirk era tersa, con un ligero matiz de reproche y dolor, pero no de exasperación. De algún modo la exasperación se había disipado, por el momento.

—¿Alguna vez pensaste por qué? —dijo Gwen—. Recibí la joya y rompí a llorar. Entonces aún estaba sola, no había conocido a Jaan, y necesitaba desesperadamente estar con alguien. Habría vuelto a ti si me hubieras llamado.

—Te llamé. No viniste.

—Ah, Dirk —sonrió con desgana—. La joya vino en un pequeño cofre, con una nota que ponía "Por favor, vuelve a mí. Te necesito, Jenny. Ahora." Eso era lo que decía. Lloré y lloré. Si sólo hubieras escrito 'Gwen', si sólo hubieras amado a
Gwen
, a mí. Pero no, siempre fue Jenny, incluso después, incluso entonces…

Dirk parpadeó al recordarlo.

—Sí —admitió al cabo de una pausa—. Supongo que escribí eso. Lo siento. Nunca comprendí, pero ahora sí. ¿Es demasiado tarde?

—Te lo dije. En los bosques. Demasiado tarde, Dirk. Todo ha muerto. Si insistes, los dos saldremos heridos.

—¿
Todo
muerto? Dijiste que algo quedaba, que había seguido creciendo. Acabas de decirlo. Decídete, Gwen. No quiero herirte a ti, ni a mí. Pero quiero…

—Ya sé lo que quieres. Es imposible. Se acabó.

—¿Por qué? ¿Por esto? —preguntó él, señalando el brazalete—. Jade-y-plata por siempre jamás, ¿no es cierto?

—Tal vez —la voz de Gwen vaciló, insegura—. No sé. Nosotros…, es decir, yo…

Dirk recordó lo que Ruark le había contado.

—Sé que no es fácil hablar de eso —dijo cautelosamente, con dulzura—. Y prometí esperar. Pero ciertas cosas no pueden esperar. Dijiste que Jaan es tu esposo, ¿verdad? ¿Y Garse, qué? ¿Qué significa
betheyn
?

—Esposa y esclava —dijo—. Pero tú no comprendes. Jaan es diferente de otros kavalares, más fuerte y más sensato y más decente. Está cambiando las cosas, por su cuenta. Los viejos vínculos, el de la
betheyn
con el altoseñor… Lo nuestro no es así; Jaan no cree en eso, así como tampoco cree en la cacería de Cuasi-hombres.

—Cree en Alto Kavalaan —dijo Dirk—, y en el duelo de honor. Tal vez sea atípico, pero sigue siendo un kavalar.

No eran las palabras más apropiadas. Gwen hizo una mueca y cobró distancia.

—Caramba —dijo—. Ahora hablas como Arkin.

—¿De veras? Sin embargo, tal vez Arkin tenga razón. Algo más. Dices que Jaan no cree en muchas de las viejas costumbres, ¿verdad?

Gwen asintió.

—De acuerdo —continuó Dirk. Pero, ¿y Garse? No he tenido oportunidad de hablar con él. ¿Debo suponer que comparte la misma actitud?

Gwen titubeó.

—Garse… Bueno —empezó y se interrumpió, después de menear dubitativamente la cabeza, concluyó—: Garse es más conservador.

—Sí —dijo Dirk, quien de golpe creyó comprenderlo todo—. Sí, eso pensé, y ése es para ti el hueso más duro de roer, ¿verdad? En Alto Kavalaan no es hombre y mujer. No, es hombre y hombre y tal vez mujer, pero aun así ella no es tan terriblemente importante. Puede que ames a Jaan, pero no tienes tanto interés en Garse Janacek, ¿o sí?

—Siento mucho afecto por…

—¿De veras?

El rostro de Gwen se endureció.

—Basta —dijo.

El tono de voz asustó a Dirk. Se echó hacia atrás en el asiento, y sólo entonces advirtió con disgusto cómo se había inclinado sobre la mesa para presionar, acosar, golpear, atacar e irritar a Gwen, cuando había venido para darle ayuda y cuidar de ella.

—Lo siento —murmuró.

Silencio. Ella le miraba fijamente, y el labio inferior le temblaba mientras procuraba recobrar la compostura.

—Tienes razón —dijo al fin—. En parte, al menos. No soy… Bueno…, del todo feliz con los míos —esbozó una sonrisa irónica y forzada—. Supongo que me engaño a mí misma. No está bien engañarse, pero al fin, todos lo hacen. Todos. Uso el jade-y-plata y me persuado de que soy más que una esclava, más que otras mujeres kavalares. ¿Por qué? ¿Sólo porque lo dice Jaan? Jaan Vikary es un buen hombre, Dirk. De veras. Y en muchos aspectos, el mejor hombre que he conocido. Le amé. Tal vez sigo amándole. No sé. Ahora estoy muy confundida. Pero lo ame o no, me debo a él. La deuda y la obligación, esos son los lazos kavalares. El amor es algo que apenas Jaan conoció en Avalon, y no estoy segura de que haya aprendido a dominarlo bien, completamente. Si hubiera podido, yo habría sido su
teyn.
Pero él ya tenía
teyn.
Además, ni siquiera Jaan desafiaría a tal punto las tradiciones de su mundo. Oíste lo que contó acerca de los duelos… Y todo porque ha investigado unos antiguos bancos de memoria, y allí descubrió que uno de los héroes tradicionales de Kavalaan tenía pezones —sonrió con desgana—. ¡Imagínate lo que ocurriría si me tomaran como
teyn
! Lo perdería todo, todo. Jadehierro es relativamente tolerante, sí. Pero pasarán siglos antes que cualquier clan esté preparado para una medida así. Jamás una mujer usó el hierro-y-piedraviva.

—¿Por qué? —preguntó Dirk—. No entiendo. Todos vosotros insistís en comentar esas historias…, acerca de nodrizas y esclavas y mujeres que se esconden en cuevas y tienen miedo de salir. Y yo sigo sin creerlas. ¿Por qué son tan retorcidos en Alto Kavalaan? ¿Qué tienen contra las mujeres? ¿Por qué les preocupa tanto que el fundador de Jadehierro no fuera un hombre? Hay muchas personas que no lo son, ¿sabes?

Gwen sonrió vagamente y se frotó las sienes con las yemas de los dedos, suavemente, como si se masajeara para combatir una jaqueca.

—Debiste dejar que Jaan terminara de explicarte. Entonces sabrías tanto como nosotros. Recién empezaba a entusiasmarse. Ni siquiera había llegado a la Plaga Dolorosa —suspiró—. Es una historia muy larga, Dirk, y en este momento no tengo el menor deseo de contarla. Espera a que lleguemos a Larteyn. Te conseguiré un ejemplar de la tesis de Jaan y podrás leerla por tu cuenta.

—De acuerdo —dijo Dirk—. Pero hay ciertos detalles que no encontraré en una tesis. Hace unos minutos dijiste que no estabas segura de seguir amando a Jaan. Sin duda no amas a Alto Kavalaan. Creo que odias a Garse. Entonces, ¿por qué aguantas toda esta situación?

—Te gustan las palabras insidiosas —dijo ella con amargura—. Pero antes de responderte te haré ciertas correcciones. Puede que odie a Garse, como tú dices. A veces estoy segura de odiarle, aunque Jaan se moriría si me oyera decirlo. Otras veces, sin embargo… Antes no mentí, cuando te dije que le tengo bastante afecto. Cuando llegué a Alto Kavalaan por primera vez, era ciega, inocente y vulnerable. Jaan me había explicado todo de antemano, con mucha paciencia y minuciosidad, desde luego, y yo había aceptado. Al fin y al cabo yo venía de Avalon, y no hay lugar más sofisticado que Avalon, ¿verdad? Salvo la Tierra. Había estudiado todas las culturas exóticas que la humanidad ha desparramado por las estrellas, y sabía que quienquiera aborde una nave estelar, tiene que estar dispuesto a adaptarse a sistemas sociales y morales bastante diferentes. Sabía que las costumbres sexuales y familiares varían, y que en ese sentido Avalon no era necesariamente más razonable que Alto Kavalaan. Me creía muy lista.

"Pero no estaba preparada para los kavalares, claro que no. Mientras viva no olvidaré por un segundo el miedo traumático de mi primer día y mi primera noche en el clan de Jadehierro, como la
betheyn
de Jaan Vikary. Especialmente la primera noche —rió—. Jaan me había advertido, desde luego. Y…, qué diablos, no estaba preparada para ser
compartida.
¿Qué puedo decirte? No fue agradable, pero sobreviví. Garse colaboró. Sentía una honesta preocupación por mí, y también por Jaan. Hasta puede decirse que tuvo ternura. Confié en él, él me escuchó y fue cuidadoso. Y la mañana siguiente empezaron los ultrajes verbales. Yo estaba asustada y lastimada; Jaan estaba desconcertado y colérico. La primera vez que Garse me llamó
perra-betheyn
, Jaan le derribó de un empellón. Después de eso Garse se aplacó por un tiempo. Con frecuencia me da tregua, pero nunca renuncia del todo. En cierta forma es un personaje notable. Retaría y mataría a cualquier kavalar que me infligiera la mitad de las ofensas que él me inflige. Sabe que sus bromas enfurecen a Jaan y provocan peleas terribles… O las provocaban, al menos. A esta altura Jaan reacciona con cierta indiferencia. Y sin embargo insiste. Tal vez no puede contenerse, tal vez realmente me detesta, o tal vez le divierte hacer sufrir a los demás. En tal caso, conmigo no se ha divertido tanto en los últimos años. Una de las cosas que me propuse fue no permitirle que me hiciera llorar otra vez. Y lo conseguí. Aun cuando sus salidas a veces me dan ganas de partirle la cabeza de un hachazo, me limito a sonreír mostrándole los dientes y trato de pensar alguna réplica ingeniosa. Un par de veces logré bajarle las ínfulas. Casi siempre me deja como un bicho pisoteado.

"Sin embargo, pese a todo hay también
otros
momentos. Treguas, pequeños descansos en nuestra guerra interminable, instantes de asombrosa calidez y compasión. De noche, muchas veces. Esos momentos nunca dejan de sorprenderme. Son muy intensos. Una vez, aunque no quieras creerlo, le dije a Garse que le amaba; se rió de mí. Él no me amaba, me dijo en alta voz. Simplemente yo era su
cro-betheyn
y me trataba tal como estaba obligado a tratarme por el vínculo que nos unía. Esa fue la última vez que estuve a punto de llorar. Pero luché por evitarlo, y gané. No derramé una lágrima. Simplemente le grité algo y me precipité al corredor. Vivíamos bajo tierra, ¿sabes? Todo el mundo vive bajo tierra en Alto Kavalaan. Yo no llevaba demasiadas cosas encima, salvo el brazalete, y corrí frenéticamente de un lado al otro hasta que un hombre trató de detenerme…, un borracho, un idiota, un ciego que no podía ver el jade-y-plata, no sé… Estaba tan furiosa que le saqué el arma de la funda y le aplasté la cara de un culatazo. Era la primera vez que atacaba a otro ser humano en un acceso de furia. Y en eso, llegaron Jaan y Garse. Jaan parecía tranquilo, pero estaba fuera de sí. Garse estaba de buen humor y con ánimo de pelear. Como si el hombre al que yo había dejado fuera de combate no hubiese recibido un castigo suficiente, Garse tuvo el descaro de añadir que me correspondía recoger todos los dientes que le había sacado para devolvérselos, que me conformara con mi propia dentadura. Tuvieron suerte de que ese comentario no suscitara un duelo.

—¿Cómo cuernos te metiste en ese embrollo, Gwen? —preguntó Dirk, esforzándose para que no se le quebrara la voz; estaba enfurecido con ella, lastimado por ella, y sin embargo raramente (o no tan raramente) aplacado. Todo cuanto le había dicho Ruark era cierto; el kimdissi era amigo y confidente de Gwen. No era de extrañar que ella le hubiera mandado la joya. La vida de Gwen era lamentable, y él, Dirk, podía poner las cosas en orden—. Debiste tener alguna idea de cómo iba a ser.

Ella se encogió de hombros.

—Me mentí a mí misma —dijo—, y dejé que Jaan me mintiera, aunque pienso que él cree honestamente en todas las adorables falsedades que me cuenta. Si tuviera la oportunidad de empezar de nuevo… Pero no la tengo. Estaba preparada para recibirlo, Dirk. Y lo necesitaba, y lo amaba. Y él no podía darme hierro-y-fuego. Ya los había dado, así es que me dio jade-y-plata, y yo lo acepté sólo para tenerle cerca, con una idea muy vaga de lo que significaba. Te había perdido poco tiempo antes. No quería perder también a Jaan. De modo que me ceñí el bonito brazalete y me dije en voz muy alta: "¡Soy algo más que una
betheyn
!" (como si eso cambiara las cosas…)

"Dale un nombre a algo y de algún modo 'eso' llegará a ser. Para Garse, soy la
betheyn
de Jaan, y su
cro-betheyn
; eso es todo. Los nombres definen el vínculo y las obligaciones. ¿Qué más podría haber? Para los kavalares es lo mismo. Cuando trato de salirme de ese marco, de hacer el nombre a un lado, aparece Garse furioso y me grita
¡betheyn!
Jaan es diferente, sólo Jaan. Y a veces me pregunto qué sentirá en verdad —alzó las manos sobre el mantel y cerró los puños—. Lo mismo que antes, Dirk;
¡maldita sea, lo mismo que antes…!
—hablaba con aspereza, y apretó los puños con tanta fuerza que los nudillos se le pusieron blancos.

BOOK: Muerte de la luz
13.66Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Other books

Find This Woman by Richard S. Prather
Eyes in the Sky by Viola Grace
Backup Men by Ross Thomas
Carolina Moon by Jill McCorkle
Turn of the Century by Kurt Andersen