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Authors: Douglas Preston & Lincoln Child

Pantano de sangre (53 page)

BOOK: Pantano de sangre
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—En una habitación individual del psiquiátrico de Bellevue. Están haciendo los trámites para trasladarla a la División de Salud Mental del correcional de Bedford Hills.

Pendergast sacudió la cabeza.

—Eso es un centro de máxima seguridad. En un lugar así, una persona como Constance se apagaría, y no haría sino empeorar.

—No tema que le hagan daño las demás reclusas, porque el personal...

—No lo digo por eso. Constance tiene propensión a brotes psicóticos repentinos, que pueden llegar a ser violentos. Un sitio como Bedford Hills no haría más que alimentarlos.

—Pues, entonces, ¿qué propone?

—Necesita un lugar cuyo ambiente se parezca al entorno al que está acostumbrada: cómodo, chapado a la antigua y sin tensiones. Pero al mismo tiempo, seguro. Necesita estar rodeada de cosas que conozca, siempre, claro está, dentro de un orden. En concreto, los libros son primordiales.

Felder sacudió la cabeza.

—Solo hay un sitio así: Mount Mercy, y está completo. Con una lista de espera muy larga.

Pendergast sonrió.

—Casualmente, me consta que hace menos de dos semanas que quedó una vacante.

Felder le miró.

—¿Ah, sí?

Pendergast asintió con la cabeza.

—Como psiquiatra encargado de su caso, podría saltarse la lista, valga la expresión, e ingresarla. Siempre que insistiera en que es el único lugar adecuado.

—Pues... me informaré.

—Hará algo más que informarse. Yo, a cambio, le haré partícipe de cuanto sé acerca de Constance, que es mucho, y de un interés psiquiátrico que ni en sus más desaforados sueños ha podido imaginar. Que sea o no información publicable dependerá de usted... y de su discreción.

Felder sintió que se le aceleraba el pulso.

—Gracias.

—Soy yo quien se las da. Que tenga usted un buen día, doctor Felder. Volveremos a vernos... una vez que Constance esté instalada y a salvo en Mount Mercy.

Felder miró cómo el agente salía del despacho, cerrando la puerta silenciosamente. Qué raro. También él parecía salido del siglo XIX. Se preguntó por primera vez quién, en realidad, había dirigido la reunión, esa que él se había esforzado tanto en concertar... y de quién eran los objetivos cumplidos.

Epílogo

Savannah, Georgia

Judson Esterhazy estaba recostado en la biblioteca de su casa de Whitfield Square. Sorprendía tanto frío en un atardecer de abril. Las últimas llamas de la chimenea perfumaban la sala con aromas de abedul.

Bebió un sorbo del excelente malta de las Highlands que había subido de la bodega. Antes de degustar el líquido con sabor a turba, lo paseó un poco por la boca. Sin embargo, le supo amargo, tanto como sus emociones.

Pendergast había matado a Slade; un suicidio, decían, pero él sabía que era mentira. Al final, Pendergast se las había arreglado de alguna manera. Por muy malos que hubieran sido los últimos diez años, los momentos finales del anciano debían de haber supuesto una agonía mental atroz e inimaginable. Judson, que había visto cómo Pendergast manipulaba a los demás, no tema la menor duda de que se había aprovechado de la demencia de Slade. Era un asesinato. No, peor que un asesinato.

El vaso tembló en su mano, salpicando la mesa de gotas. Lo dejó con fuerza sobre ella. Al menos tenía la absoluta certeza de que Slade no le había traicionado. El viejo le quería como a un hijo, e incluso loco, incluso en su agonía, seguro que había guardado el secreto hasta el final. Había cosas que trascendían hasta la enajenación.

El también le había querido, hasta hacía doce años; hasta haber sorprendido otra faceta de Slade que le tocaba demasiado de cerca para no incomodarle; una faceta que le recordaba demasiado a otro hombre brutal, su padre. Quizá fuera el sino de todos los padres y figuras paternas: decepcionar, traicionar, perder estatura cuando uno se hacía mayor y sabía más de la vida.

Sacudió la cabeza. Qué gran error, desde el principio; qué horrible y trágico error. Y qué irónico, en retrospectiva: al principio, al conocer la idea por boca de Helen, una idea con la que ella literalmente se había topado, gracias a su interés por Audubon, ambos la habían encontrado casi milagrosa. «Podría ser un medicamento milagro —había dicho ella—. Consulta con algunas compañías farmacéuticas, Judson; seguro que sabes adonde acudir.» Y lo sabía, sí; sabía la compañía perfecta: Longitude, cuyo director, en esos momentos, era su antiguo director de tesina, Charles Slade, que se había pasado al sector privado. El carisma fascinante de su ex profesor había hecho que él y Judson siguieran en contacto. Slade era la persona ideal para desarrollar un fármaco así: un científico creativo e independiente, sin miedo al riesgo, de una consumada discreción...

Y ahora estaba muerto, gracias a Pendergast; Pendergast, que había removido el pasado, reabierto viejas heridas, y —directa o indirectamente— ocasionado varias muertes.

Cogió con fuerza el vaso y lo apuró de un trago, sin apenas saborear el whisky. En la misma mesita donde estaban la botella y el vaso había un folleto. Lo cogió y lo hojeó. Su rabia dejó paso a una lóbrega satisfacción. El folleto, con un bonito diseño, publicitaba los placeres refinados de un establecimiento de las Highlands escocesas, llamado Kilchurn Shooting Lodge. Era una gran casa señorial de piedra, sobre un risco azotado por el viento desde el que se dominaba el Loch Duin y los montes Grampian. El hotel de cazadores, uno de los más pintorescos y aislados de Escocia, brindaba excelentes condiciones para la caza del urogallo y la perdiz, la pesca del salmón y el acecho del venado. Aceptaba pocos y selectos huéspedes, y se jactaba de su intimidad y discreción; la caza podía ser con o sin guía, según las preferencias de cada uno.

Él, naturalmente, preferiría la modalidad sin guía.

Esterhazy ya había pasado una semana en Kilchurn, muchos años atrás. El hotel estaba en medio de una finca enorme y sin cultivar de quince mil hectáreas, que había sido el coto de caza privado de los señores de Atholl. Se había quedado muy impresionado por aquellos parajes solitarios y abruptos, por los profundos lagos ocultos en los pliegues del terreno, los rápidos arroyos rebosantes de truchas y salmones, los páramos ventosos, los campos de brezo y los frondosos valles. En una tierra así un hombre podía desaparecer, y sus huesos se pudrirían sin que los viera nadie, bajo el viento y la lluvia, hasta que no quedase nada.

Con el siguiente y perezoso trago de malta, que su palma ya había calentado, se sintió más tranquilo. No estaba todo perdido, en absoluto. En realidad, las cosas habían dado un vuelco positivo por primera vez en mucho tiempo. Dejó el folleto y cogió una nota corta, escrita con letra anticuada en papel verjurado de alto gramaje y color crema.

Edificio Dakota

Nueva York, 24 de abril

Querido Judson:

Agradezco muy sinceramente tu amable invitación. Lo he estado pensando y creo que aceptaré tu propuesta con muchísimo gusto. Quizá tengas razón en que lo sucedido durante este último mes me ha afectado un poco. Sería delicioso volver a ver después de tantos años Kilchurn Lodge. Dos semanas de vacaciones serían un grato respiro. Por otra parte, tu compañía siempre es un placer.

En respuesta a tu pregunta, tengo pensado llevarme mi Purdey calibre 16, una H&H Royal superpuesta calibre 410 y una H&H 300 de cerrojo para cazar ciervos.

Saludos afectuosos,

A.PENDERGAST

Nota de los autores

A pesar de que la mayoría de las ciudades y localizaciones de Pantano de sangre son completamente imaginarias, a veces hemos utilizado nuestra propia versión de algunos lugares, como Nueva Orleans o Baton Rouge. En estos casos, no hemos dudado en alterar la geografía, la topología, la historia u otros detalles que eran necesarios para nuestra historia.

Querido lector:

Tenemos que hacer un importante anuncio: pronto lanzaremos una apasionante nueva serie de thrillers protagonizados por un poco común «investigador» llamado Gideon Crew. Estamos pasándolo de fábula escribiendo la primera novela de esta serie, que se publicará en el invierno de 2011. Lamentamos no poder darte ninguna información acerca de este libro, ni siquiera el título. Deseamos que sea una sorpresa. Si consultas nuestra web: www.prestonchild.com , te mantendremos informado.

Queremos asegurarte que nuestra devoción por el agente Pendergast se mantiene intacta y que seguiremos escribiendo novelas protagonizadas por el agente del FBI más enigmático del mundo con la misma frecuencia que hasta ahora.

Gracias de nuevo por tu constante apoyo e interés.

Con los mejores deseos, Douglas & Lincoln .

Notas

[1]
Los diversos significados de la palabra blast se caracterizan por expresar fuerza y rotundidad: explosión, ráfaga, chorro... Se usa también como exclamación, que podría traducirse como «¡maldita sea!». (N. del T.)

[2]
Bebida típica de Nueva York que consiste en una mezcla de leche, jarabe de chocolate y soda. (N. del T.)

[3]
Pendergast opta por la típica cocina sureña. El pine bark stew sería una especie de bullabesa, y los hush puppies, unos buñuelos de pan. (N. del T.)

[4]
Pendergast cita un poema de Wordsworth, «Resolution and Independence». (N. del T.)

[5]
La palabra tiny significa «diminuto». (N. del T.)

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