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Authors: Nick Hornby

En picado (13 page)

BOOK: En picado
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—Perdonad, pero... ¿cuándo hemos llegado a ser «nosotros»? —dijo Martin—. ¿Por qué tenemos que vernos antes de que pasen las seis semanas? ¿Por qué no podemos simplemente matarnos cuando y donde nos venga en gana?

—Nadie te lo impide —dijo Jess.

—Seguramente el único propósito de esas seis semanas es impedirme que lo haga. E impedírnoslo mutuamente.

—Hasta que pasen las seis semanas.

—Ya veo que cuando dices «Nadie te lo impide» quieres decir lo contrario.

—Escucha —dijo Jess—. Si te vas ahora a casa y metes la cabeza en el horno de gas, ¿qué vamos a poder hacer para impedírtelo?

—Exactamente. ¿Para qué este
pacto
, entonces?

—Me lo estoy preguntando, ¿no? Porque si somos un grupo, todos trataremos de cumplir las reglas. Y sólo hay una. Regla Número Uno: No vamos a matarnos antes de seis semanas. Y si no somos un grupo, pues... Lo que quieras. Bien, ¿somos un grupo o no somos un grupo?

—No somos un grupo —dijo Martin.

—¿Por qué no somos un grupo?

—No quiero ofender, pero... —Martin confiaba en que con aquellas cuatro palabras, y un movimiento de la mano en dirección hacia nosotros, lo liberaría del engorro de explicarse. Pero yo no iba a dejar que se zafara tan fácilmente.

A mí tampoco me había apetecido pertenecer a aquel grupo hasta entonces. Y, aunque era un grupo que a Martin no le gustaba demasiado, me sentía integrado en él, y comprometido.

—Pero ¿qué? —dije.

—Bien. No sois..., bueno, Mi Tipo de Gente —dijo Martin. Lo dijo tal que así, lo juro. «Oí» las mayúsculas iniciales tan claramente como las minúsculas.

—Que te den por el culo —dije—. No suelo andar por ahí con imbéciles como tú.

—Bien, pues así están las cosas. Deberíamos estrecharnos la mano, darnos las gracias por una velada tan instructiva y seguir cada cual su camino.

—Y morir —dijo Jess.

—Posiblemente —dijo Martin.

—¿Eso es lo que quieres? —dije yo.

—Bueno, no es que sea una vieja ambición o algo parecido, te lo aseguro. Pero no descubro ningún secreto si digo que ha llegado a atraerme bastante últimamente. Tengo problemas, como vosotros decís. Además, ¿tú por qué te preocupas? —le dijo a Jess—. Tenía la impresión de que no te importaba nada ni nadie. De que ésa era tu actitud frente el mundo.

Jess se quedó pensativa unos segundos.

—¿Sabes esas pelis en las que hay dos tipos peleando en lo alto del Empire State, o de una montaña, o de lo que sea? Y siempre hay ese momento en que el malo resbala y el héroe trata de salvarlo, pero la manga de la chaqueta se le desgarra y el malo cae y le oyes mientras va cayendo y cayendo: Aaaaaaahhhhhh... Bien, pues eso es lo que quiero hacer.

—Quieres ver cómo caigo en picado y me mato.

—Quiero saber que he hecho lo que he podido para impedirlo. Quiero enseñarle a la gente la manga rota de mi chaqueta.

—No sabía que fueras una buena samaritana diplomada —dijo Martin.

—No lo soy. Es mi filosofía personal, nada más.

—Se me haría más fácil si pudiera veros a todos de vez en cuando —dijo Maureen en voz baja—. A los tres. Nadie sabe realmente cómo me siento, cómo lo veo todo, aparte de vosotros. Y Matty. A Matty le cuento las cosas.

—La hostia... —dijo Martin. Empleaba esa irreverencia porque sabía que lo habían derrotado: decirle a Maureen que se fuera a tomar por el culo requería más coraje moral del que ninguno de nosotros podíamos hacer gala.

—Sólo son seis semanas —dijo Jess—. Nosotros mismos te tiraremos desde esa cornisa el día de San Valentín, si lo prefieres.

Martin sacudió la cabeza, pero para indicar derrota en lugar de negativa.

—Viviremos los cuatro para lamentarlo —dijo.

—Perfecto —dijo Jess—. ¿A todos nos parece bien, entonces?

Me encogí de hombros. No tenía nada mejor que proponerles.

—No voy a ir más allá de seis semanas —dijo Maureen.

—Nadie la obligará a hacerlo —dijo Martin.

—Que lo sepamos todos de antemano —dijo Maureen.

—Tomamos nota —dijo Martin.

—Estupendo —dijo Jess—. Ése es el trato, entonces.

Nos dimos la mano, Maureen cogió el bolso, y nos fuimos a desayunar. No se nos ocurría nada que decirnos, pero no parecía importarnos gran cosa.

Segunda parte

JESS

No les costó mucho a los periódicos averiguarlo. Un par de días, quizá. Yo estaba en mi cuarto, y papá me llamó para que bajara y me preguntó qué había estado haciendo en Nochevieja. Y yo le digo: Nada del otro mundo, y él dice: Bueno, eso no es lo que parecen pensar los periódicos. Y yo digo: ¿Los periódicos? Y él dice: Sí, al parecer va a salir una historia acerca de ti y de Martin Sharp. ¿Conoces a Martin Sharp? Y yo digo: Bueno, sí, un poco; lo conocí esa noche en una fiesta; no lo conozco mucho. Y mi padre dice: ¿Qué clase de fiesta es esa en la que puedes conocer a gente como Martin Sharp? Y a mí no se me ocurría qué tipo de fiesta podía ser, así que no dije nada. Y entonces papá dice: ¿Hubo...? ¿Y qué...? Estaba como en ascuas, o algo parecido, así que voy directamente al grano y digo: ¿Que si me lo follé? ¡No, no me lo follé! ¡Mil gracias! ¡Joder! ¡Martin Sharp! ¡Uajjjjj! Y seguimos así hasta que mi padre pilló la idea.

Fue el cabrón de Chas, por supuesto, el que llamó a los periódicos. Seguramente lo había intentado antes, el muy mierda, pero no pudo ofrecer nada importante (sólo se trataba de mí). Pero la combinación Jess Crichton-Martin Sharp era... irresistible. ¿Cuánto te pueden dar por una cosa como ésa? ¿Doscientas libras? ¿Más? Si he de ser sincera, yo también lo habría hecho si hubiera estado en su lugar. Siempre está a dos velas. Y yo también. Si hubiera podido ganar algo traicionándole, Chas estaría ya más que traicionado.

Papá descorrió la cortina para echar una ojeada, y vi que había alguien afuera. Quise salir a montarle un pollo al tipo, pero papá no me dejó; dijo que me daría mala imagen, que me haría parecer estúpida, y que luego lo lamentaría. Y dijo que era poco digno hacer algo semejante, y que en nuestra situación lo que había que hacer era estar por encima e ignorarles. Y yo digo: ¿En la situación
de quién
? Yo no estoy en ninguna situación. Y él dice: Pues sí lo estás, te guste o no. Y yo digo: Tú estás en una situación, no yo. Y él dice: Tú también lo estás. Y seguimos así durante un rato. Pero decirnos esto y lo otro nunca soluciona nada, claro está, y en el fondo sé que tiene razón. Si no estuviera en una situación comprometida los periódicos no se interesarían por mí. De hecho, cuanto más actúo como que no estoy en ninguna situación comprometida, más estoy en una situación comprometida, si saben a lo que me refiero. Si me quedara en mi cuarto a leer, o tuviera un novio estable, no despertaría el menor interés. Pero si me fuera a la cama con Martin Sharp, o me tirara de una azotea, sería al revés: les interesaría muchísimo.

Cuando salí en los periódicos hace un par de años, justo después de lo de Jen, creo que el sentimiento general fue que tenía Problemas, no que fuera Mala. De todas formas, robar en las tiendas no es como cometer un asesinato, ¿no? Todo el mundo pasa por una fase de robar en las tiendas, ¿no? Y cuando digo «robar en las tiendas» me refiero a robar
como es debido
, a llevarte bolsos y ropa y mierdas de ésas, como Winona Ryder, no plumas estilográficas o dulces. Lo de robar viene después de los ponis y los grupos musicales de chicos, y justo antes de los porros y el sexo. Pero sabía que aquello era diferente, y fue entonces cuando empecé a pensar las cosas detenidamente. Sí, sí, lo sé. Pero más vale tarde que nunca, ¿no? Y lo que pensé fue: Si todo esto iba a salir en los periódicos, era mejor que mamá y papá pensaran que me había acostado con Martin y no que supieran el verdadero motivo por el que nos habíamos conocido. El motivo verdadero los mataría. Y puede que literalmente. Eso me convertiría en el único miembro vivo de la familia (me parece), por lo que me lo pensé dos veces antes de decidirme. Así que si los periódicos habían sacado una conclusión falsa, no iba a resultar tan malo después de todo. Claro que en la facultad la cosa me resultaría bastante humillante, todo el mundo pensando que me había follado al tío más escoria de Gran Bretaña, pero el resultado sería un bien mayor: mis padres seguían vivos.

La cuestión era la siguiente: aunque había empezado a pensar las cosas detenidamente, no las pensaba correctamente. Me habría ahorrado un montón de problemas si las hubiera pensado un par de minutos más antes de abrir la boca, pero no lo hice. Digo: Papá. Y él dice: Oh, no. Y le miro y él sigue: Será mejor que me lo cuentes todo, y yo le digo: Bien, no hay mucho que contar, la verdad. Fui a aquella fiesta y él estaba allí y bebí mucho y me fui a su casa, y eso es todo. Y él dice: ¿Eso es todo? Y yo digo: Bueno, no, es... puntos suspensivos; no tienes por qué saber todos los detalles. Y él dice: Dios Santo, y se sienta en una silla.

Pero en realidad no había necesidad de decir que me había acostado con él, ¿no? Podía haber dicho que nos habíamos pegado el gran lote, o que él lo había intentado, o cualquier cosa por el estilo, pero no fui lo bastante rápida. Lo que pensé fue: Bien, si tengo que elegir entre sexo y suicidio, mejor que elija lo del sexo. Pero ésas no tenían que haber sido las opciones. El sexo no era más que una especie de «sugerencia de preparación», pero no siempre hay que hacer necesariamente lo que pone en el paquete. Puedes no poner la guarnición, y eso es lo que debería haber hecho. («Guarnición», extraña palabra, ¿no? Creo que no la había empleado nunca.) Pero no lo hice, ¿no? Y la otra cosa que debería haber hecho y no hice es la siguiente: antes de decirle nada a mi padre, tendría que haber esperado a que viera lo que decían los periódicos. Pero pensé: Tabloides, sexo... No sé lo que pensé, si quieren que les sea sincera. Pero no mucho, como de costumbre.

Así que papá cogió el teléfono y llamó a su oficina y les dijo lo que yo le había contado, y cuando terminó de hablar dijo que iba a salir y que no cogiera el teléfono ni saliera a ninguna parte ni hiciera nada de nada. Así que vi la tele unos minutos, y fui a mirar por la ventana para ver si veía a aquel tipo, y lo vi, y ya no estaba solo.

Y entonces papá volvió con un periódico (había salido para comprar la primera edición). Parecía unos diez años más viejo que cuando había salido de casa. Levantó el periódico para que yo lo viera, y el titular decía: «MARTIN SHARP Y LA HIJA MENOR DEL MINISTRO EN UN PACTO DE SUICIDIO.»

Así que toda la confesión sobre el sexo y demás no había sido sino una puta pérdida de tiempo.

JJ

Ésa fue la primera vez que tuvimos noticia del entorno familiar de Jess, y he de decir que lo primero que pensé fue que era para partirse de risa. Estaba en la tienda cerca de mi casa, comprando unos pitillos, y Jess y Martin me miraban desde el mostrador, y leí el titular y solté un grito. Al ver que el titular hablaba de un supuesto pacto de suicidio, debió de ponérseme una cara bastante rara. ¡El ministro de Educación! ¡Joder! Tienen que entenderme: esa chica hablaba como si la hubiera criado una madre yonqui, sin un penique (alguien que viviera de la asistencia social e incluso fuera más joven que ella), y actuaba como si la educación fuera una forma de prostitución, algo a lo que sólo recurriría la gente más rara o desesperada.

Pero cuando leí el artículo, vi que no era tan divertido como imaginaba. No sabía nada de la hermana mayor de Jess: Jennifer. Ninguno de nosotros sabía nada de ella. Había desaparecido hacía unos años, cuando Jess tenía quince y ella dieciocho. Le había cogido el coche a su madre, y lo encontraron abandonado cerca de un punto de la costa donde la gente solía suicidarse. Jennifer había aprobado el examen del carnet de conducir tres días antes, como si se lo hubiera sacado precisamente para eso. Nunca se encontró su cuerpo. No sé qué pudo suponerle esto a Jess, pero imagino que nada bueno. Y su padre... Dios. Los padres que sólo engendran hijas suicidas por fuerza tienen que acabar con una visión bastante sombría de todo lo relativo a la crianza de los hijos.

Y luego, al día siguiente, todo se hizo aún menos divertido. Había otro titular: «¡ERAN CUATRO!» Y en el artículo de debajo había una descripción de dos monstruitos a los que conseguí identificar como Maureen y yo. Y al final del artículo se hacía una llamada para que todo aquel que pudiera proporcionar más información llamara a un teléfono determinado. Ofrecían incluso una recompensa en metálico. ¡Habían puesto precio a las cabezas de Maureen y mía, tío!

La información provenía claramente del gilipollas de Chas; podías oír el gemido de su voz bajo la extraña prosa inglesa del tabloide. Pero supongo que también había que darle un poco de crédito al pobre diablo. Para mí, nuestra velada había sido la de cuatro desdichados que habían fracasado lamentablemente en algo que se habían propuesto hacer, algo que, a decir verdad, no era demasiado complicado de hacer. Pero Chas había visto algo más: había visto que en aquello había una historia, algo de lo que podía sacar algunas libras. De acuerdo, seguramente sabía lo del padre de Jess, pero, aun así, mis respetos a Chas. Lo que ahora tenía que hacer era juntar todas las piezas.

Les diré la verdad: a mí la historia me enganchó. Era como gratificante —en un sentido irónico— leer sobre uno mismo, y, si bien se mira, la cosa tiene sentido. A ver: una de las cosas que me ha hundido es mi incapacidad para dejar una huella en el mundo a través de mi música —que es otra forma de decir que era suicida porque no era famoso—. Quizá estoy siendo duro conmigo mismo, porque sé que en mi decisión había más cosas que ésa, pero lo cierto es que ella también había influido. De todas formas, reconocer que estaba acabado me había llevado a la primera plana de los periódicos, y quizá ahí haya una lección que aprender.

Así que me lo estaba pasando bien sentado en mi apartamento, tomando café, fumando, disfrutando del hecho de saber que era una especie de famoso y al mismo tiempo un ser completamente anónimo. Y entonces tocaron el timbre. Di un respingo, y dije:

—¿Quién es?

—¿Es usted JJ? —dijo una voz de mujer joven.

—¿Quién es?

—Me pregunto si podría charlar un momento con usted. Sobre la otra noche.

—¿Cómo ha conseguido esta dirección?

—Tengo entendido que usted fue una de las personas que estuvo con Jess Crichton y Martin Sharp en Nochevieja, cuando trataron de suicidarse...

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