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Authors: Agatha Christie

Tags: #Intriga,Policíaco

La telaraña (6 page)

BOOK: La telaraña
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—Sí, ¿qué es esta vez? —dijo Hugo receloso.

Jeremy tampoco parecía muy convencido.

—Tú te traes algo entre manos, Clarissa. ¿Qué es? ¿Has encontrado un cadáver o algo parecido?

—Justamente. He encontrado un cadáver.

—¿Un cadáver? ¿Qué quieres decir? —preguntó Hugo. Parecía sorprendido, pero no muy interesado.

—Exactamente lo que ha dicho Jeremy. He encontrado un cadáver aquí en el salón.

Hugo echó un somero vistazo en torno a la sala.

—No sé de qué estás hablando. ¿Qué cadáver? ¿Y dónde?

—Esta vez no estoy bromeando. ¡Esto es muy serio! —exclamó ella, enfadada—. Está ahí, detrás del sofá. Ve a verlo tú mismo.

Hugo y Jeremy se inclinaron sobre el respaldo del sofá.

—¡Dios mío, es verdad! —murmuró Jeremy.

Sir Rowland se acercó también.

—¡Vaya, si es Oliver Costello! —exclamó.

—¡Cielo santo! —Jeremy se apresuró a cerrar las cortinas.

—Sí —terció Clarissa—. Es Oliver Costello.

—¿Qué hacía aquí?

—Vino esta tarde para hablar de Pippa. Justo después de que os marcharais al club.

—¿Pero qué podía querer? —insistió sir Rowland, perplejo.

—Miranda y él amenazaban con llevársela —informó Clarissa—. Pero eso ahora no importa. Ya te lo contaré más tarde. Tenemos que darnos prisa. No queda mucho tiempo.

—¡Un momento! —exclamó sir Rowland alzando la mano—. Primero tenemos que aclarar los hechos. ¿Qué pasó cuando llegó Costello?

Clarissa meneó la cabeza con impaciencia.

—Le dije que no pensaba permitir que se llevaran a Pippa, y entonces se marchó.

—¿Pero volvió?

—Evidentemente.

—¿Cómo? ¿Cuándo?

—No lo sé. El caso es que cuando entré en el salón me lo encontré así, ya os lo he dicho.

—Ya veo —Sir Rowland se inclinó de nuevo sobre el cuerpo—. Sí, está muerto. Le han dado un golpe en la cabeza con algo contundente y afilado. Me temo que esto no va a ser muy agradable —añadió, mirando a los demás—, pero sólo podemos hacer una cosa: llamar a la policía y…

—¡No! —exclamó Clarissa.

Sir Rowland ya había descolgado el auricular.

—Es lo que deberías haber hecho enseguida, Clarissa. Pero en fin, supongo que es comprensible…

—No, Roly —insistió ella. Le arrebató el auricular de la mano y lo colgó.

—Mi querida niña…

Pero Clarissa no le dejó proseguir.

—Yo misma podría haber llamado a la policía si hubiera querido —admitió—. Sabía perfectamente que eso era lo que había que hacer. Incluso empecé a marcar el número. Pero luego decidí llamaros al club para que volvierais de inmediato —Se volvió hacia Hugo y Jeremy—. Todavía no me habéis preguntado por qué.

—Mira, nosotros nos encargaremos de esto —aseguró sir Rowland—. Tú…

—¡Es que no lo entiendes! —exclamó ella con vehemencia—. Quiero que me ayudes. Tú dijiste que me ayudarías si alguna vez tenía problemas. Queridos —añadió, incluyendo a Hugo y Jeremy—, tenéis que ayudarme.

Jeremy se interpuso delante del cadáver para que ella no lo viera.

—¿Qué quieres que hagamos, Clarissa?

—¡Tenemos que deshacernos del cadáver!

—No digas tonterías —exclamó sir Rowland—. Esto es un asesinato.

—¡Precisamente! No pueden encontrar el cadáver en esta casa.

Hugo resopló impaciente.

—No sabes de qué estás hablando, mi querida niña. Has leído demasiadas novelas de misterio. En la vida real no se puede andar uno con tonterías, moviendo muertos de un lado a otro.

—Pero es que yo ya lo he movido —explicó ella—. Le di la vuelta para ver si estaba muerto y luego intenté arrastrarlo hacia el pasadizo. Pero necesitaba ayuda y os llamé al club. Mientras veníais se me ha ocurrido un plan.

—Que incluye la mesa de bridge, supongo —terció Jeremy.

—Sí. Será nuestra coartada.

—¿Qué demonios…? —exclamó Hugo, pero Clarissa no le dejó proseguir.

—Dos rubbers y medio —anunció—. Me he imaginado todas las manos y he anotado aquí las puntuaciones. Vosotros tres debéis rellenar los otros marcadores con vuestra propia letra, claro.

Sir Rowland la miró atónito.

—Estás loca, Clarissa. Loca de remate.

—Lo tengo todo muy bien pensado —prosiguió ella sin hacerle caso—. Hay que llevarse el cadáver de aquí —afirmó mirando a Jeremy—. Tendréis que encargaros dos de vosotros. No es fácil mover un cadáver, eso ya lo he comprobado.

—¿Y dónde demonios esperas que lo llevemos? —preguntó Hugo, exasperado.

—Creo que el mejor sitio es Marsden Wood. Está sólo a tres kilómetros de aquí. Hay que torcer por allí, justo después de pasar por la cancela principal. Es una carretera muy estrecha donde apenas hay tráfico —Clarissa se volvió hacia sir Rowland—. Al llegar al bosque dejad el coche a un lado de la carretera y volved andando.

—¿Quieres que dejemos el cadáver en el bosque? —preguntó Jeremy, perplejo.

—No, dejadlo en el coche de Oliver. Lo tenía aparcado detrás de los establos —Los tres la miraron desconcertados—. Es facilísimo —aseguró ella—. Si os ve alguien cuando volváis andando, como está bastante oscuro no os reconocerá. Y tenéis una coartada: los cuatro hemos estado jugando aquí al bridge. —Dejó el marcador en la mesa, casi encantada consigo misma. Los hombres seguían mirándola de hito en hito.

—Pero… pero… —balbuceaba Hugo, caminando por la sala y manoteando.

—Llevaréis guantes, por supuesto —prosiguió Clarissa—, para no dejar ninguna huella. Ya los tengo aquí preparados —Se acercó al sofá y sacó tres pares de guantes de debajo de los cojines.

—Tu talento natural para el crimen me deja sin habla —aseveró sir Rowland.

Jeremy la miró con admiración.

—Ha pensado en todo, ¿verdad?

—Sí —admitió Hugo—, pero sigue siendo una locura.

—Debéis daros prisa —dijo Clarissa—. A las nueve llegará Henry con el señor Jones.

—¿El señor Jones? ¿Quién demonios es el señor Jones? —quiso saber sir Rowland.

Clarissa se llevó la mano a la cabeza.

—Dios mío —exclamó—, no me había dado cuenta de la cantidad de cosas que hay que explicar en un asesinato. Pensé que sencillamente os pediría ayuda y eso sería todo. ¡Ay, queridos! Tenéis que ayudarme —Se acercó a Hugo y le acarició el pelo—. Querido, querido Hugo…

—Toda esta puesta en escena está muy bien —dijo él, molesto—, pero un cadáver es un asunto muy feo, y andar trasteando con él de un lado a otro nos crearía problemas. No se puede andar moviendo cadáveres por ahí en plena noche.

Clarissa cogió del brazo a Jeremy.

—Jeremy, cariño, tú sin duda me ayudarás, ¿verdad? —suplicó.

Él la miró con adoración.

—Muy bien. Yo me apunto —respondió alegremente—. ¿Qué significa un cadáver o dos entre amigos?

—Alto ahí, jovencito —ordenó sir Rowland—. No pienso permitirlo. Clarissa, tienes que seguir mis consejos. Insisto. Al fin y al cabo también debemos pensar en Henry.

Ella le miró exasperada.

—¡Precisamente en Henry estoy pensando!.

Capítulo 9

Los tres hombres recibieron en silencio la afirmación de Clarissa. Sir Rowland movió la cabeza con gesto serio, Hugo siguió mirándola perplejo y Jeremy se limitó a alzar los hombros, como renunciando a toda esperanza de comprender la situación.

—Esta tarde va a pasar algo muy importante —prosiguió Clarissa—. Henry ha ido a encontrarse con… con una persona a la que va a traer aquí. Es algo importantísimo y confidencial. Un secreto político. No tiene que saberse, no puede haber ninguna publicidad.

—¿Henry ha ido a encontrarse con el señor Jones? —preguntó sir Rowland, dudoso.

—Es un nombre estúpido, estoy de acuerdo, pero así es como le llaman. No puedo revelar su nombre auténtico ni decir nada más. Le prometí a Henry que guardaría el secreto. Pero tengo que demostraros que… —se volvió hacia Hugo— que no estoy haciendo el tonto ni actuando, como Hugo dice —Luego miró a sir Rowland—. ¿Qué consecuencias sufriría la carrera de Henry si entra aquí con esa persona distinguida (además de que otra persona muy distinguida viene desde Londres a esta reunión) y se encuentra con que la policía está investigando un asesinato, y que la víctima es precisamente el hombre que se ha casado con la ex esposa de Henry?

—¡Cielo santo! —exclamó sir Rowland—. No te estarás inventando todo esto, ¿verdad? —preguntó suspicaz, mirándola a los ojos—. ¿No se tratará de otro de tus jueguecitos para dejarnos a todos en ridículo?

Clarissa meneó la cabeza con gesto apesadumbrado.

—Nadie me cree cuando digo la verdad —se quejó.

—Lo siento, querida. Sí, ya veo que se trata de un problema más complejo de lo que pensaba.

—¿Lo ves? —le apremió ella—. Es de vital importancia que saquemos de aquí el cadáver.

—¿Dónde decías que estaba su coche? —quiso saber Jeremy.

—Detrás de los establos.

—Y los criados han salido, supongo.

—Sí.

Jeremy cogió un par de guantes del sofá.

—¡Muy bien! ¿Me llevo el cadáver al coche o traigo el coche al cadáver?

—¡Un momento! —terció sir Rowland—. No debemos apresurarnos.

Jeremy dejó los guantes.

—¡Pero hay que darse prisa! —exclamó Clarissa, desesperada.

—No estoy seguro de que tu plan sea muy bueno. Vamos a ver, si pudiéramos retrasar hasta mañana el hallazgo del cuerpo obtendríamos el mismo resultado, creo, y sería mucho más sencillo. ¿Qué tal si nos limitamos a trasladar el cadáver a otra habitación, por ejemplo? Eso no sería tan grave.

—Es a ti a quien tengo que convencer, ¿verdad? Jeremy está dispuesto, y Hugo gruñirá y protestará pero al final colaborará. Tú, sin embargo…

Clarissa abrió la puerta de la biblioteca.

—¿Nos perdonáis un momento? —preguntó a Jeremy y Hugo—. Quiero hablar con Roly a solas.

—No dejes que te convenza para hacer ninguna payasada, Roly —advirtió Hugo, mientras salía de la habitación.

Jeremy miró sonriendo a Clarissa.

—¡Buena suerte!

Sir Rowland se sentó a la mesa muy serio.

—¡Muy bien! —exclamó ella.

—Querida, sabes que siempre te querré con todo mi corazón, pero antes de que empieces he de decirte que la respuesta en este caso es sencillamente «no».

—El cadáver no puede ser encontrado aquí bajo ningún concepto —comenzó ella—. Si lo encuentran en Marsden Wood, puedo decir que Costello estuvo en casa hoy unos instantes, y también puedo contar a la policía exactamente a qué hora se marchó. Lo cierto es que la señorita Peake salió a despedirlo, lo cual es una suerte. Nadie sabrá nunca que Costello volvió a esta casa —Respiró hondo—. Pero si encuentran aquí su cadáver, nos interrogarán a todos. —Hizo una pausa y añadió—: Y Pippa no lo soportará.

—¿Pippa? —preguntó sir Rowland perplejo.

—Sí, Pippa. Se desmoronará y confesará que lo mató ella.

—¿Pippa? —repitió sir Rowland.

—Así es.

—¡Dios mío!

—Estaba aterrorizada cuando vio a Costello aquí. Yo le dije que no permitiría que se la llevara, pero ella seguramente no me creyó. Ya sabes lo que ha sufrido esa niña, y la crisis de nervios que ha pasado. Bueno, no creo que hubiera sobrevivido de haber tenido que volver con Oliver y Miranda. Pippa estaba aquí cuando encontré el cadáver de Oliver. Me dijo que no había querido hacerlo, y estoy segura de que no mentía. Estaba muerta de miedo. Por lo visto agarró el bastón y golpeó sin mirar.

—¿Qué bastón?

—El que hay en el vestíbulo. Ahora está en la cámara secreta. Yo no lo he tocado.

—¿Dónde está Pippa?

—En la cama. Le he dado una pastilla para dormir y no se despertará en toda la noche. Por la mañana me la llevaré a Londres. Mi vieja niñera cuidará de ella unos días.

Sir Rowland se acercó a mirar el cadáver de Costello detrás del sofá. Al cabo de un momento volvió junto a Clarissa.

—Tu ganas, querida —dijo, dándole un beso—. Te pido disculpas. La niña no debe cargar con las consecuencias. Llama a los otros.

Ella abrió la puerta de la biblioteca.

—Hugo, Jeremy, ¿queréis venir, por favor?

—Tu mayordomo se ha descuidado con las ventanas —dijo Hugo —. La de la biblioteca estaba abierta, pero ya la he cerrado —Se volvió hacia sir Rowland—. ¿Y bien? —preguntó bruscamente.

—Me ha convencido.

—Bien hecho —comentó Jeremy.

—No hay tiempo que perder —prosiguió sir Rowland—. A ver, los guantes.

En cuanto se los pusieron, sir Rowland se acercó al panel.

—¿Cómo se abre esto?

—Así —respondió Jeremy, mientras movía la palanca—. Pippa me lo enseñó.

Sir Rowland se asomó a la cámara y sacó el bastón.

—Sí, pesa bastante —comentó—. Jamás hubiera pensado…

—¿Qué? —quiso saber Hugo.

Sir Rowland meneó la cabeza.

—Yo habría dicho que se trataba de algo más afilado, algo de metal.

—¿Quieres decir un hacha? —aventuró Hugo.

—No sé —terció Jeremy—. A mí ese bastón me parece bastante letal. Con él es fácil romperle la crisma a cualquiera.

—Evidentemente —replicó sir Rowland cortante—. Hugo, ve a quemar esto en el fogón —pidió, tendiendo el bastón—. Warrender, tú y yo llevaremos el cuerpo al coche.

Pero justo cuando se inclinaban para levantar el cadáver, sonó el timbre.

—¿Qué es eso? —preguntó sir Rowland sobresaltado.

—El timbre —contestó Clarissa y se quedaron todos petrificados—. ¿Quién puede ser? Es demasiado temprano para Henry y el señor… Jones. Debe de ser sir John.

—¿Sir John? —preguntó sir Rowland, más sobresaltado que antes—. ¿Me estás diciendo que esperabas al primer ministro?

—Sí.

—Humm. Bueno, tenemos que hacer algo —Un nuevo timbrazo le hizo moverse—. Clarissa, ve a abrir la puerta. Utiliza cualquier técnica que se te ocurra para entretenerlo. Mientras tanto nosotros despejaremos esto.

En cuanto Clarissa se marchó, sir Rowland se volvió hacia Hugo y Jeremy.

—Vamos a hacer lo siguiente: meteremos el cuerpo en la cámara secreta y más tarde, cuando estén todos aquí celebrando su conferencia, lo sacaremos por la biblioteca.

—Buena idea —convino Jeremy.

—¿Os echo una mano para levantarlo?

—No hace falta.

Entre Jeremy y sir Rowland llevaron el cadáver a la cámara, mientras Hugo cogía una linterna. Poco después sir Rowland salía seguido de Jeremy y cerraba el panel, sin advertir que Hugo había entrado rápidamente en la cámara con la linterna y el bastón.

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