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Authors: Hans Küng

Tags: #Ensayo, Historia, Religión

La iglesia católica (4 page)

BOOK: La iglesia católica
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La primera comunidad cristiana no deseaba en modo alguno segregarse de la comunidad o la nación judías, sino seguir formando parte integral del judaísmo. Después de todo, compartía con los judíos la creencia en un único Dios («Shema Israel») y se ceñían a las Sagradas Escrituras (Tenach). Su gente también visitaba el templo, rezaba los salmos y seguía observando la ley ritual mosaica (
halaka
): sobre todo la circuncisión, el sábado y otras festividades, así como las normas relativas a la higiene y la comida. Lo único a lo que no deseaban renunciar era a su fe en Jesús, el Mesías, en griego
Christos
. La vida de esos «judíos cristianos», su pensamiento y sus prácticas, estaban centrados en él, el que fue crucificado y aún vive. Para ellos, la proclamación por Jesús del reino se convirtió en la proclamación de Jesús como Mesías, y el Evangelio que Jesús predicaba se convirtió en el Evangelio de Jesucristo. Uno dejaba patente su pertenencia a la comunidad de fieles creyentes en Cristo si se bautizaba en nombre de Jesús y tomaba parte en el ágape de acción de gracias en su memoria. Pero ¿cómo se produjo la ruptura entre judíos y cristianos?

La ruptura entre judíos y cristianos

Las persecuciones y las ejecuciones tuvieron un papel decisivo en la separación: muy pronto, las ejecuciones primero del helenista judeocristiano Esteban; después la de Santiago, el hijo de Zebedeo, uno de los Doce (en el 43 d.C.); y sobre todo la de Santiago, «el hermano del Señor», uno de los cuatro hermanos de Jesús y jefe de la comunidad de Jerusalén tras la partida de Pedro (62 d.C.). Finalmente Pablo, el apóstol de los gentiles, fue arrestado en Jerusalén y ejecutado en Roma tras un proceso que duró dos años (64 d.C.).

Sin embargo, la ruptura definitiva se produjo tras la destrucción del segundo templo por los romanos en el 70 d.C. por orden de un «consejo» judío de Jamnia (cerca de Jaffa) compuesto por fariseos: esta fue la excomunión formal de los cristianos, una «maldición sobre los heréticos», que debía repetirse al inicio de todo oficio en la sinagoga. Tenía consecuencias sociales graves. Si, como yo mismo, uno no se abstiene en la crítica a la iglesia católica, también debe decirse sin reparos que el antijudaísmo, que puede encontrarse ya entre los judíos cristianos y que ya se registra de manera lamentable en los Evangelios de Mateo y Juan, tenía decididamente sus raíces en la persecución de los cristianos y en su exclusión de la sinagoga. La excomunión de los cristianos por la jerarquía farisaica precedió a todas las persecuciones de los judíos por los cristianos.

Sm embargo, la gran pregunta es: ¿cómo pudo la pequeña Iglesia judeocnstiana que comenzó en Palestina convertirse en la gran iglesia de todo el «ecúmene», la totalidad de la entonces «tierra habitada», la «ecclesia catholica»? No cabe duda de que el apóstol Pablo fue una figura clave para el paradigma del cambio del cristianismo judío (que en parte hablaba arameo y en parte griego) al cristianismo gentil (que inicialmente hablaba griego y después latín).

- II -
LA IGLESIA CATÓLICA PRIMITIVA

La palabra «cristiano» se utilizó por primera vez en Antioquía, Siria (la actual Antakya). Antioquía era la tercera ciudad en importancia del imperio romano después de Roma y Alejandría, y estaba situada en el cruce de caminos de las rutas terrestres entre Asia Menor, Mesopotamia y Egipto. Incluso antes de Pablo, los judíos cristianos helenistas que huyeron de Jerusalén tras el martirio de Esteban dirigían sus prédicas directamente a los gentiles de Antioquía. Y así los «cristianos» (del griego
Christianoi
= «gentes de Cristo») fundaron la primera comunidad mixta de judíos nativos y gentiles nativos.

Mientras que el movimiento de Jesús se había sentido como en casa en un ambiente rural, ahora el cristianismo se convertía en un fenómeno urbano: la gente ya no hablaba arameo o hebreo, sino el griego vulgar (griego koiné), lengua vernácula del imperio romano. Así Antioquía se convirtió en el centro de la misión de los gentiles. También desde allí emprendió el apóstol Pablo sus audaces y azarosos viajes misioneros a lo largo del mediterráneo oriental.

La palabra «católico» (del griego
katholikos
= «relacionado con el todo», «general») no se utiliza en lugar alguno del Nuevo Testamento. En ningún momento se hace referencia a la «iglesia» denominada «católica». La expresión «iglesia católica» la utilizó por primera vez Ignacio, el obispo de Antioquía, en su epístola a la comunidad de Esmirna (8,2). Allí «iglesia católica» simplemente significa «la totalidad» de la iglesia, diferenciándola de las iglesias locales. Esta palabra denota una iglesia universal unitaria, la realidad de la cual se percibía entonces de modo creciente; más tarde se le llamaría en latín «ecclesia catholica» o «universalis».

Pablo

La historia del primer cristianismo habría tomado indudablemente otro rumbo sin la conversión del fariseo Saúl de Tarso de hombre leal a la ley judía a la fe en Jesucristo. El perseguidor de la joven comunidad cristiana vio a Jesús vivo en una visión y se sintió llamado por él como «apóstol», un «enviado autorizado», para proclamar al Mesías de Israel como Mesías/Cristo en el mundo, compuesto tanto por judíos como por gentiles. Pablo no era el verdadero fundador del cristianismo, aunque esto se escucha constantemente en boca de quienes no quieren indagar más. En muchos aspectos Pablo continuó con las prédicas de Jesús, pero a la luz de la muerte de Jesús y su nueva vida él las transformó de manera brillante con la ayuda de conceptos e ideas tanto helenistas como judíos.

Pablo no solo compartía la fe en que Jesús era el Mesías, el Cristo de Dios, con los judíos cristianos, que deseaban preservar la ley ritual mosaica, sino que también emprendió actividades como discípulo: administraba el bautismo en el nombre de Jesús o celebraba el ágape ceremonial en su memoria. En otras palabras, Pablo llevó consigo la «sustancia de la fe» cristiana original y también aspiraba a transmitirla a los cristianos gentiles.

Al igual que su «Señor Jesús», Pablo estaba firmemente convencido de que el pecador (como el recaudador de impuestos del templo) quedaba justificado por Dios en orden a una confianza incondicional, sin haber ganado tal gracia por sus propios logros m ser capaz de lograrla siguiendo los piadosos preceptos de la ley Ciertamente, el apóstol de los gentiles no deseaba en modo alguno abolir la forma de proceder judía, la
halaká
, cuando estaba entre judíos observaba la ley Pero Pablo ni la recomendaba ni la observaba ante los gentiles entre los judíos deseaba ser judío, pero ante aquellos «apartados de la ley» deseaba «apartarse de la ley» En efecto, el acceso a la fe en el Dios universal de Israel debía facilitarse a los gentiles sin que previamente debieran someterse a la circuncisión y sin que debieran observar los mandamientos judíos relativos a la higiene, las prescripciones de la
halaká
relativas a la comida y al sábado, que les eran extraños Pablo estableció que un gentil podía convertirse en cristiano sin pasar primero por el judaísmo, sin tener que cumplir con las «obras de la ley»

Con este programa y con sus infatigables actividades, tanto en asuntos de orden intelectual y teológico como con sus tareas misioneras y su política de iglesia, el apóstol tuvo un sonado éxito en su misión hacia los gentiles Solo de ese modo podía lograrse una auténtica penetración cultural del mensaje cristiano en el mundo de la cultura helenista, solo de ese modo podía esa pequeña «secta» judía convertirse en una religión de ámbito mundial que consiguiera incluir a oriente y a occidente A pesar de su monoteísmo universal, el judaísmo, que también se hallaba involucrado en una intensa misión hacia los gentiles, especialmente en Antioquía, no se convirtió en la religión universal de la humanidad; fue el cristianismo el que más se acercó a ese estatus, y la pequeña iglesia de sus orígenes se convirtió en la «ecclesia catholica». En ese sentido, no resulta exagerado afirmar que no habría habido iglesia católica sin Pablo.

Las iglesias paulinas

Los obispos de la iglesia católica (como los de las iglesias anglicana y ortodoxa) se enorgullecen en llamarse «sucesores de los apóstoles» Se dice que la constitución presbiteriana-episcopal de la iglesia fue «instituida por Jesucristo», incluso que se trata de una «institución divina» y, por tanto, portadora de una «ley divina» inmutable (
iuris divini
). Sin embargo, no es tan simple como eso. Una investigación cuidadosa de las fuentes del Nuevo Testamento en los últimos cien años ha mostrado que la constitución de esta iglesia, centrada en el obispo, no responde en modo alguno a la voluntad de Dios ni fue ordenada por Cristo, sino que es el resultado de un desarrollo histórico largo y problemático. Es obra humana y, por lo tanto, en principio, puede cambiarse.

Cualquier lector de la Biblia puede ver desde los primeros documentos del Nuevo Testamento, esas cartas del apóstol Pablo cuya autenticidad resulta indiscutible, que no hay en ellas ni una sola palabra referente a la institución legal de la iglesia (ni siquiera basándose en la «autoridad apostólica» de Pablo). En contraste con el relato de Lucas, después en Hechos de los Apóstoles e incluso más tarde en las epístolas pastorales «tempranamente católicas» (dirigidas a Timoteo y Tito), en las comunidades paulinas no existía un episcopado monárquico ni un presbiterio ni la ordenación por imposición de manos.

Y aun así Pablo estaba convencido de que sus iglesias cristianas gentiles eran, a su modo, iglesias completas y bien equipadas, que no carecían de nada esencial; las iglesias «congregacionalistas», no episcopales, de un período más tardío apelarían a ese precepto. Las iglesias paulinas eran de hecho grandes comunidades con ministerios libres y carismáticos. Según Pablo, todos los cristianos sentían su llamada de modo muy personal, su propio don del Espíritu, su «carisma» especial para el servicio a la comunidad. Así pues, en sus iglesias había toda una serie de ministerios y funciones diversas e incluso cotidianas: para la predicación, la prestación de ayuda y el liderazgo de la comunidad.

Cuando Pablo enumera a los involucrados en las funciones y los ministerios de la iglesia, desde luego los apóstoles tienen un papel fundamental; como primeros testigos y mensajeros, proclamaron el mensaje de Cristo y fundaron iglesias; en segundo lugar aparecían los profetas, y en tercer lugar los doctores. En las últimas posiciones de su relación aparece la «prestación de auxilio» y solo en penúltimo lugar los «dones del liderazgo», que pueden organizarse de maneras muy diversas en diferentes comunidades: evidentemente, esas funciones de las comunidades quedan instituidas de modo autónomo, dependiendo de la situación. Las mujeres, especialmente las acaudaladas, que ofrecían sus casas para las reuniones y la veneración, a menudo desempeñaban allí el papel principal. En Hechos de los Apóstoles se hace mención a las profetisas, y Pablo incluso habla de mujeres apóstoles: «Junia, destacada entre los apóstoles» (Romanos 16,7). En ediciones posteriores del texto, Junia se convierte en «Junias», ¡un hombre!

En su primera carta a la comunidad de Corinto, Pablo considera normal que la eucaristía se celebre allí sin él y sin presencia de nadie designado para un ministerio, aunque al mismo tiempo se da por descontado que debe observarse cierto orden. De acuerdo con el orden de la primera comunidad, la
Didakhe
(«la enseñanza» de los apóstoles, alrededor del 100 d.C.), sobre todos los profetas y doctores celebra la eucaristía y solo después de ellos se eligen obispos y diáconos. La comunidad de Antioquía estaba claramente liderada no por
episkopoi
(obispos) y presbíteros, sino por profetas y doctores. También en Roma, en el tiempo en que Pablo escribió su Epístola a los Romanos, todavía no había evidencias de una orden de
episkopoi
para las comunidades. Esto hace que la pregunta de cómo se formó una jerarquía cobre mayor interés.

El nacimiento de la jerarquía católica

Tras la muerte del apóstol Pablo fue inevitable cierto grado de institucionalización, incluso en sus comunidades. En la tradición palestina comenzó en una primera etapa con la adopción del colegio de padres y el rito de la imposición de manos. Pero al final del período del Nuevo Testamento todavía había gran diversidad de constituciones comunitarias y formas de servicio en los ministerios. Y cada comunidad, ciertamente cada miembro de una comunidad, debía colaborar en la «sucesión apostólica», de acuerdo con el mensaje y la acción de los apóstoles. No solo unos pocos, sino la iglesia en su conjunto era una «iglesia apostólica», como se la llamaría en el credo.

No puede verificarse que los obispos sean «sucesores de los apóstoles» en un sentido directo y exclusivo. Resulta históricamente imposible encontrar en la fase inicial del cristianismo una cadena constante de «imposición de manos» desde los apóstoles hasta los obispos de hoy en día. Históricamente más bien puede demostrarse que en una primera fase post-apostólica los presbíteros-obispos locales se establecieron junto con los profetas, los doctores y otros ministros como los únicos líderes de las comunidades cristianas (y también en la celebración de la eucaristía); así pues, ya en una primera fase tuvo lugar una división entre el «clero» y el «laicado». En una fase posterior el episcopado monárquico de un obispo individual desplazó de forma paulatina a la pluralidad de los obispos presbíteros en cada ciudad y más tarde en toda la región de una iglesia. En Antioquía, alrededor del 110, estando allí el obispo Ignacio, se formó la orden de los tres oficios que se convirtió en habitual por todo el imperio: obispo, presbítero y diácono. La eucaristía ya no podía celebrarse sin un obispo. La división entre el «clero» y el «pueblo» ya era un hecho.

Pero resulta sorprendente que incluso Ignacio, defensor e ideólogo del episcopado monárquico, no se dirigiera a un obispo en su carta a la comunidad romana, no más que Pablo. Y no se mencionaba a ningún obispo de Roma en ninguna otra de las primeras fuentes, como la Epístola de Clemente (alrededor del 90). Sin embargo, desde el principio la comunidad romana mostró tener un alto concepto de sí misma y disfrutó del respeto general: no solo porque era la comunidad de la capital imperial, grande, próspera y famosa por su actividad caritativa (Ignacio señalaba que poseía la «primacía del amor»), sino también porque era la ubicación indiscutible de las tumbas de los dos principales apóstoles, Pedro y Pablo. Sin embargo, la primera relación de obispos de Ireneo de Lyon, padre de la iglesia del siglo II, según el cual Pedro y Pablo transfirieron el ministerio del
episkopos
a un tal Linus, es una falsificación del siglo II. Solo puede demostrarse un episcopado monárquico en Roma a partir de la mitad del siglo II (obispo Aniceto).

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