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Authors: Hans Küng

Tags: #Ensayo, Historia, Religión

La iglesia católica (20 page)

BOOK: La iglesia católica
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El protestantismo podría haber amenazado con aumentar la rigidez de su tradicionalismo, pero a pesar de todo la gente estaba mejor preparada para los nuevos tiempos que para aceptar un catolicismo triunfante, que desde mediados del siglo XIX hasta mediados del xx fue mayoritariamente superado por los movimientos intelectuales del momento (con la excepción de unas pocas oleadas como el Romanticismo). Hay varias razones para ello:

  • A pesar de su ornamentación barroca, el catolicismo de la Contrarreforma constituía claramente una religión conservadora de restauración; pero en el protestantismo, ya desde sus orígenes, hubo una tendencia de largo alcance hacia la reforma.
  • En su conjunto, el catolicismo siguió siendo la religión de los pueblos romances, que quedaron relegados a una segunda fila en lo económico, lo político y lo cultural (con la excepción de Francia), mientras que el protestantismo fue la religión de las ahora emergentes naciones alemanas y anglosajonas.
  • En el catolicismo el papa en persona decidía sobre la interpretación de la Biblia y no toleraba disensiones; sin embargo, en el protestantismo uno podía referirse constantemente a una Biblia leída de forma autónoma, apelar a las decisiones de la propia conciencia y enfrentarse a las afirmaciones doctrinales de la iglesia, desarrollando una ética de la responsabilidad. La «libertad del cristiano», propia de la Reforma, había contribuido de modo decisivo al énfasis moderno en la responsabilidad, la mayoría de edad y la autonomía.
La revolución científica y filosófica: «la razón»

La revolución de la modernidad fue en primer lugar una revolución intelectual. Como el político y filósofo inglés Francis Bacon proclamó muy pronto, el conocimiento es poder. Y de hecho, la ciencia demostró ser el primer gran poder de la modernidad. Lo que Bacon proclamaba, sin proporcionar aún una base empírica ni experimental, fue iniciado metodológicamente por Galileo, Descartes y Pascal, seguidos de Spinoza, Leibniz y Locke, Newton, Huygens y Boyle. Todos ellos construyeron los cimientos de una nueva noción de la superioridad de la razón, que prometía una certeza casi matemática.

El nuevo y en verdad revolucionario sistema cosmológico que presentó el deán catedralicio Nicolás Copérnico, aunque estrictamente teórico y a modo de hipótesis, pareció al principio amenazar las nociones bíblicas cuando el italiano Galileo Galilei lo confirmó irrefutablemente con sus experimentaciones. Así, Galileo se convirtió en uno de los fundadores de la ciencia moderna, que demostraba las leyes de la naturaleza y anunciaba su investigación ilimitada. Dos generaciones más tarde, Isaac Newton construyó un nuevo y convincente sistema cosmológico bastante racional conjuntando muchos elementos fragmentados, y convirtiéndose en el padre de la física teórica clásica.

Al mismo tiempo que Galileo, el matemático y científico Rene Descartes sentó las bases de la filosofía moderna. La certeza de las matemáticas era ahora el nuevo ideal del saber. El fundamento de toda certeza —particularmente ante la duda radical— reside en el hecho de la propia existencia, que puede experimentarse en el acto de pensar: «
Cogito, ergo sum
». Este fue un importantísimo punto de inflexión: la ubicación de la certeza original se había trasladado de Dios a los seres humanos. Así pues, la discusión no versaba, como en la Edad Media o la Reforma, sobre la certeza de la existencia de Dios o la certeza sobre la propia existencia, sino, de un modo más moderno, de la certeza sobre uno mismo a la certeza sobre Dios… ¡si eso es posible!

Fue Immanuel Kant quien, en una gran síntesis filosófica, pudo combinar el racionalismo del continente con el empirismo de Inglaterra y construir toda una realidad coherente a la luz del sujeto humano. En cuestiones relacionadas con el conocimiento de Dios, Kant ya no apelaba a la razón «teórica», sino a la razón «práctica», que se manifiesta en las acciones humanas: la cuestión de Dios no es un conocimiento puramente científico, sino que versa sobre la moral propia de las acciones humanas, para las cuales la existencia de Dios es la condición previa a su posibilidad.

¡Qué cambio! En el paradigma romano católico medieval, la autoridad suprema era el papa, y en la Reforma la «Palabra de Dios»; pero el paradigma moderno corresponde a la
ratio, raison
. La razón humana es el valor número 1 que lidera la modernidad. Ahora la razón se convierte progresivamente en el árbitro de todas las disputas sobre la verdad. Solo lo racional se considera verdadero, útil y vinculante. A la filosofía se le concede preferencia sobre la teología; a la naturaleza (ciencias naturales, filosofía natural, religión natural, ley natural) sobre la gracia; al ser humano sobre lo específicamente cristiano.

La Iglesia y el giro copernicano

¿Cómo reaccionó la iglesia ante este «giro copernicano» en la ciencia y la filosofía? Lutero y su colega reformador, Melanchthon, rechazaron el trabajo de Copérmco porque contradecía a la Biblia Pero no fue hasta 1616 —cuando el caso de Galileo salió a la luz— que Roma lo incluyó en el índice de libros prohibidos. La iglesia católica se convertía ahora en una institución caracterizada no tanto por sus logros intelectuales, la asimilación empírica y la competencia cultural, sino por una postura a la defensiva frente a la innovación. La censura, el índice, la Inquisición no tardaron en salir a escena. Hubo muchos casos famosos:

  • Giordano Bruno, quien combinaba el modelo cosmológico de Copérnico con una piedad renacentista, neoplatónica, mística y panteísta, fue quemado en la hoguera en 1600.
  • De Igual modo, el filósofo naturalista italiano Lucillo Vanini, que según se decía había enseñado que Dios y la naturaleza eran la misma cosa, fue quemado en Toulouse en 1619
  • El filósofo antiaristotélico Tommaso Campanella escribió su utopía
    La ciudad del sol
    (1602) en la prisión de la Inquisición; solo pudo escapar dos años después.
  • Galileo Galilei, involucrado en un proceso por la Inquisición, finalmente reconoció sus «errores» en 1633 como católico leal y vivió los últimos ocho años de su vida bajo arresto domiciliario, donde siguió trabajando aunque estaba ciego
  • El conflicto de Galileo con la iglesia fue un precedente sintomático que envenenó las raíces de su relación con las nuevas y emergentes ciencias naturales. Su condena, que se ejecutó en todos los países católicos con el apoyo de las denuncias y los inquisidores, propagó una atmósfera de temor, de tal manera que Descartes pospuso indefinidamente la publicación de su obra
    Sobre el mundo o Tratado del hombre
    : no llegaría a publicarse hasta catorce años después de su muerte. Se produjo una emigración casi silenciosa de las ciencias naturales fuera de la iglesia. En los países católicos, a duras penas aparecieron generaciones posteriores de científicos
La revolución cultural y teológica «el progreso»

Las revoluciones científica y filosófica tuvieron efectos de largo alcance en la sociedad europea, donde durante siglos las autoridades eclesiásticas habían dominado todo el pensamiento. Estas llevaron a la revolución cultural de la Ilustración, que finalmente también tuvo como resultado una revolución política. Por primera vez en la historia del cristianismo, los estímulos para un nuevo paradigma del mundo, la sociedad, la iglesia y la teología no provenían en primera instancia del seno de la teología y de la Iglesia sino de fuera de ellas Ahora el ser humano como individuo se situaba en el centro, y el horizonte humano se ampliaba y se diferenciaba casi hasta el infinito: geográficamente a causa de los descubrimientos de nuevos continentes, y físicamente a través del telescopio y del microscopio.

Entonces la (vieja) palabra «moderno» se hizo moderna, designando un nuevo sentido del tiempo. En ese cambio de clima cultural se produjo un marcado desdén hacia la religión. Por supuesto, en el siglo xvii el orden, la autoridad y la disciplina, la iglesia, la jerarquía y el dogma todavía eran considerados, pero tras la brillante fachada del estado y de la iglesia eran quebrantados sin escrúpulos por los gobernantes absolutistas y sus devotos líderes eclesiásticos en favor de su propio poder y esplendor. Este proceso de secularización y emancipación también se extendió a Alemania, aunque de forma atenuada. De manera trascendental, la cultura y la religión, la sociedad y la Iglesia se fueron separando.

El ingenioso y escéptico polemista y ensayista Voltaire rechazaba toda religión positiva, odiaba a la iglesia (
écrasez l'infamé
) e intercedió eficazmente a favor de la tolerancia hacia los protestantes (hugonotes). sin embargo, no era un ateo. También apoyó la Encyclopédie de treinta y cinco volúmenes —la obra monumental de la Ilustración francesa— que, como
Summa
del conocimiento moderno, pretendía reunir todo el pensamiento crítico de la Ilustración para con el estado y la iglesia y mostrar a los seres humanos, la naturaleza y la sociedad de un modo racional. Esta constituyó una nueva visión mecanicista del mundo desde una perspectiva deísta. Todavía había fe en el Creador y director del hombre como máquina (aunque muy remoto), y todavía podría haber habido un entendimiento entre el estado y la iglesia si por parte de esta se hubieran realizado progresos hacia una interpretación crítica de la Biblia a la luz de los resultados de las nuevas ciencias naturales y una actitud más crítica hacia el
ancien régime
.

El desarrollo de la creencia en la omnipotencia de la razón y la posibilidad de dominar la naturaleza, sentó las bases para la idea moderna de progreso. En el siglo XVIII la noción secular del progreso impregnó todas las esferas de la vida Todo el proceso histórico parecía ser racionalmente progresivo y progresivamente racional Solo entonces se acuñaron nuevos términos como «progreso» Se trataba de una creencia mecanicista en el progreso, que podía entenderse en términos tanto de evolución como de revolución Al progreso se le asignaban atributos casi divinos, como la eternidad, la omnisciencia, la omnipotencia y la bondad infinita En lugar de un orden mundial invariable, estático, jerárquico y eterno, entonces cobró fuerza un punto de vista unitario sobre la palabra y la historia como representantes del progreso permanente La fe en el progreso se convirtió en el valor número 2 que lideraba la modernidad, la consecución de la felicidad en este mundo La autodeterminación humana y el poder humano sobre el mundo un sustituto de la religión para un número creciente de personas acababa de nacer.

Las consecuencias de la Ilustración para la iglesia

Las guerras de religión se consideraban, cada vez más, tan inhumanas y no cristianas como la quema de brujas La creencia medieval y de la Reforma en el diablo, los demonios y la magia ya no tenía lugar en la edad de la razón Los juicios y las quemas de brujas fueron atacados en primer lugar por el jurista cristiano Christian Thomasius Y al Igual que las indulgencias, las peregrinaciones, las procesiones y los monasterios, también el celibato obligatorio y el latín como lengua propia de la liturgia fueron atacados La orden de los jesuitas, que se había alejado del ideal de su fundador y se había mezclado en la política y los asuntos mundanos, fue ampliamente detestada como agencia del papado y exponente de la antimodernidad, hasta que finalmente, bajo la presión de las monarquías absolutistas de Portugal, España y Francia, fue abolida por el papa Pero los propios papas —aparte de Benedicto XIV a mediados del siglo XVIII, que era conciliador, sociable, instruido e ilustrado— se habían sumido en la insignificancia y reaccionaron al desafió de los tiempos con respuestas estereotipadas, protestas estériles y condenas sin paliativos. Los monarcas católicos, debido a su propio interés en el statu quo, fueron a menudo los únicos defensores del papado.

La teología cristiana, en especial la escolástica, no pudo sustraerse a la revolución cultural en nombre de la Ilustración Aquí la crítica bíblica tuvo un papel clave; e incluso las Sagradas Escrituras se examinaron con los instrumentos de la crítica histórica. Este enfoque se asoció al miembro de la congregación francesa del oratorio Richard Simón, contemporáneo de Descartes y Galileo, quien había aprendido del crítico bíblico judío Baruch Spinoza. Simón descubrió que los «cinco libros de Moisés» hablan sido redactados según diversas fuentes. No podían provenir de Moisés, sino que eran el producto de un largo desarrollo histórico. La historia crítica de Simón sobre el Nuevo Testamento de 1678 fue inmediatamente confiscada por iniciativa del famoso obispo y predicador miembro del tribunal Jacques-Bénigne Bossuet.

Así pues, el espíritu de la investigación bíblica crítica en el seno de la iglesia católica fue aplastado antes de que pudiera florecer El resultado fue el alejamiento de la Iglesia de Roma de los exégetas críticos y más tarde de la vanguardia intelectual de la teología. Solo gracias al tremendo esfuerzo de generaciones, que inicialmente se limitó a los exegetas protestantes, pudo la Biblia llegar a ser el libro mejor investigado en la historia del mundo.

La tolerancia religiosa, que todavía estaba lejos de las preocupaciones de los reformistas, también se convirtió en una consigna clave de la modernidad. Los cada vez más exactos informes de los exploradores, misioneros y mercaderes sobre los nuevos continentes difundieron la idea de que la religión cristiana tal vez no era un fenómeno tan único como se había pensado. En efecto, cuanto más se intensificaban las comunicaciones internacionales sobre los descubrimientos de nuevas tierras, culturas y religiones, más manifiesto parecía el relativismo sobre el cristianismo y su propio sello europeo. La inicialmente exitosa misión católica a China de los siglos XVI y XVII, iniciada por el jesuita italiano Matteo Ricci, quien asimiló el modo de vida del confucianísmo chino en sus ropas, lengua y comportamiento, sufrió un parón como resultado de una «disputa sobre los ritos», azuzada por sus rivales los franciscanos, los dominicos y la Inquisición: en un error papal histórico, se decretó que cualquiera que en el futuro deseara convertirse en cristiano o seguir siéndolo debía renunciar a ser chino.

En Europa no fue un documento eclesial, sino la gran obra de la Ilustración de Gotthold Ephraim Lessing
Nathan el sabio
(1779) la que mostró programáticamente la visión de la paz entre las religiones como condición previa a la paz general de la humanidad. Así se estableció la idea de la tolerancia en oposición a lo confesional: en lugar del monopolio de una sola religión y el dominio de dos confesiones, ahora debía favorecerse la tolerancia entre las diferentes confesiones cristianas y también entre las diferentes religiones. La libertad de conciencia y la práctica de la religión aparecían en primer lugar en la enumeración de derechos del hombre, que se reclamaba con ansia creciente y que requería una aplicación política.

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